“El Coronavirus es un desastre para el feminismo” afirmaba hace unas semanas Helen Lewis en The Atlantic, y sin duda que será un varapalo para el feminismo en general y para las mujeres en particular.
Una multicrisis como esta agravará todas las desigualdades existentes y la “cuestión de género” no se quedará atrás, porque las pandemias no afectan por igual a mujeres y a hombres, sólo hay que echar la vista atrás y ver los retrocesos tras la crisis del Ébola (2014) o el Zika (2015-16).
La equidad de género se verá altamente perjudicada si no se aplica una mirada transversal y con perspectiva de género en las medidas adoptadas; eso siempre que no se descuelgue de las agendas políticas y pase a ser un tema “secundario” y poco relevante ante la emergencia.
Y en medio de este mal panorama el liderazgo femenino cobra máxima relevancia. En las últimas semanas múltiples medios se han hecho eco del éxito en la gestión de la pandemia de 7 mujeres líderes al frente de sus países como te muestro en esta entrevista en el especial COVID de Antena 3 en el que participé como invitada:
Hablamos de la experimentada Angela Merkel en Alemania, Mette Frederiksen en Dinamarca, Erna Solberg en Noruega, la “millennial” Sanna Marin en Finlandia, Katrin Jakobsdottit en Islandia, Tsai Ing-Wen en Taiwan y la reconocida como la líder más efectiva de esta crisis, Jacinda Ardern de Nueva Zelanda.
Máxima eficiencia, actitud proactiva y ejecutiva, liderazgo colaborativo, complicidad con la sociedad, transparencia, empatía y altas dosis de confianza y cercanía, lograron no sólo los mejores resultados sino la credibilidad y respeto de sus conciudadanos.
¿Estos atributos son patrimonio exclusivo de las mujeres?
En mi opinión ni el talento ni el liderazgo son cuestión de género. Nacer mujer u hombre no necesariamente es causa para ejercer un tipo de liderazgo, valga como ejemplo el liderazgo “diferente” de Justin Trudeau primer ministro de Canadá.
Lo que sí es cierto, es que las mujeres somos más propensas a ejercer un tipo de liderazgo más inclusivo y colaborativo, orientado a las personas y sus necesidades que conlleva una comunicación más empática y humana sin dejar de lado una ejecución resolutiva, pragmática y directa.
Por tanto el llamado estilo de “liderazgo femenino” no sería ni exclusivo ni excluyente a ningún género, aunque para unas y otros, y a la sociedad en su conjunto dotaría de un marco más humano y compasivo, emocionalmente inteligente donde caben todos los talentos sin distinción de ningún tipo, incluido el género.